En la riquísima historia de nuestro planeta, persisten muchos
misterios sin resolver, como por ejemplo los orígenes del hombre, el crecimiento y caída de algunos imperios de la antigüedad
o la desaparición de ciudades famosas de tiempos remotos. Entre tantos interesantes temas todavía no resueltos, no es de extrañar
que los orígenes y desarrollo de las armas de fuego, también se pierdan en la penumbra de los tiempos. Los historiadores especializados
se han basado en conceptos generales, donde se puede visualizar con cierta claridad la evolución de ellas. En esta materia
falta mucho por hacer y aún se pueden realizar descubrimientos en los museos especializados de Europa, en especial en los
de los países del este, que por los avatares bélicos y la posterior existencia de la “cortina de hierro”, limitó
el acceso de los expertos de occidente. Cuando en el siglo XIV aparecieron las primeras armas de fuego en el centro del viejo
continente, no existía la imprenta, factor que explica de alguna manera la falta de información. Otro elemento de influencia,
consistió en el hecho de encontrarse en plena vigencia la inquisición, que alejaba la posibilidad de ciertos tipos de investigación
e invenciones, so pena de ser denunciado, procesado y posiblemente torturado o quemado vilmente. En esa época, el reloj de
mesa acababa de ser inventado en la zona de Nüremberg y recién se conocía la bomba de agua de mano. La flamante torre de Pisa
se mostraba erguida y América no había sido formalmente descubierta. Las catapultas y la ballesta eran las reinas de las batallas,
donde los caballeros y otros que no lo eran tanto, combatían con armaduras, enormes espadas,
escudos y lanzas. No existía el azúcar, ni el tabaco y las comunicaciones eran muy precarias, creándose en Inglaterra
el sistema de correo por postas. Las Cruzadas habían terminado hacía pocos años y los turcos en represalia reaccionaron invadiendo
Europa. Marco Polo acababa de llegar de oriente, trayendo consigo – es muy posible - la fórmula de la pólvora. En esa
época, el conocimiento se refugiaba en los conventos, por ello el franciscano Roger Bacon (1214-94), se atrevió a escribir
un manuscrito donde detallaba los efectos de la pólvora, cosa que tuvo que hacer veladamente, para no meterse en problemas
con la inquisición. Los chinos estuvieron a la puerta de la invención del arma de fuego, pero se quedaron en la pirotecnia,
especialidad milenaria que aun hoy nos deleita. Dentro de este marco, en los albores del Siglo XIV, apareció el cañón, bajo
la forma de culebrinas y falconetes. Las armas de mano fueron una miniaturización adaptada de los cañones, pero su aparición
debería esperar medio siglo más, con el trueno de mano de Mörkö, la primera arma liviana conocida como realmente práctica
(Inventario 23136, Statens Historiska Museum, Estocolmo Suecia). En esa época, donde reinaba la ballesta, los soldados debían
lidiar con el llamado cañón de mano en su diestra, mientras con la otra trataban de encender la pólvora mediante una mecha.
Este precario sistema se modernizó a principios del Siglo XV con la aparición del arcabuz a mecha, un invento fenomenal, dado
que ésta se mantenía fija y encendida en la misma arma mediante un dispositivo mecánico de serpentina muy simple. De esta
manera, quedaba libre la otra mano del arcabucero para poder empuñar el arma y tratar de hacer puntería. Más tarde anónimos
relojeros de la zona de Nüremberg, inventaron algo similar al sistema de encendido de nuestros encendedores de hoy: habían
aparecido las armas de rueda, un sistema a cuerda como los relojes, que al apretar el disparador hacia girar la rueda que
por roce producía chispas que a su vez encendía la pólvora de la cazoleta. Las
armas de rueda fueron un invento muy antiguo dentro de ese mundo, carísimas como los relojes, por lo que no todos podían tener
acceso a ellas. Más tarde se inventaron dispositivos de encendido de piedra, utilizando la pirita para producir chispas, que
en sus varios modelos (Snaphance, Flintlock etc.) sobrevivieron hasta principios del Siglo XIX, oportunidad en que otro monje
Alexander Forsyth inventó el sistema de percusión.
Cuando el mundo occidental se fue organizando, comenzaron los
registros de patentes y con ello, los derechos exclusivos. Estos derechos no fueron respetados en algunas regiones, como por
ejemplo los desaparecidos armeros de Eibar, que copiaban modelos, simulando fonéticamente marcas y hasta imitando logos con
pequeñas diferencias, de manera de jerarquizar sus productos, que la mayoría de las veces no lo necesitaba, porque su calidad
artesanal ya los destacaba. No sería justo dejar de mencionar al señor Samuel Colt, cuando de revólveres se trata, que fue
quien lo patentó primero. Se dice que talló uno en madera, mientras cruzaba el Atlántico como tripulante de un velero. Los
historiadores ingleses critican abiertamente a Colt como un usurpador de lo que ellos y en Europa ya conocían. Colt patentó
en los años 1834 y 1835, tanto en Inglaterra como en los EE UU, un modelo más evolucionado de revólver, motivo por el cual según los ingleses, habría obstaculizado su modernización, debido a que ellos la estarían
desarrollando. Se mencionan como parte de los orígenes del revólver a las armas de mano de múltiples cañones, tales como los
pepperboxes, que luego pasaron a tener un solo cañón y el popular tambor con recámaras, muy anteriores a la patente de Colt.
Es un concepto generalmente aceptado que los primeros revólveres se remontan hacia fines del siglo XVIII, con sistemas de
ignición de piedra.
¡LLAMEN A LA SEGURIDAD!
Un domingo de mayo, me encontraba paseando por la hermosa ciudad
de Viena, cuando al llegar a Heldenplatz, fascinado por la elegancia del Palacio Imperial de los Habsburgo fui llegando a
su artística bella y descomunal puerta. Accediendo, hacia la izquierda, se encontraba el museo de la música. ¡Imagínese el
lector lo que puede ser el Museo de la Música en Viena! Allí se encontraban partituras, piezas originales e instrumentos tocados
por Mozart, Beethoven, Strauss y tantos otros músicos célebres. Pero por la derecha, estaba el museo de Armaduras y Armas...
Rato después comencé a disfrutar de la más fabulosa colección
que había tenido oportunidad de ver en mi vida. Llevaba conmigo una Cannon Rebel X sin flash, con película de 800 ASA. Esta
elevada sensibilidad de película, es una moderna trampa para burlar las exigencias existentes en los museos donde no se permite
utilizar flash. Cuando arribé a la sala de armas antiguas, comencé a tomar fotos de los primitivos arcabuces de mecha, cuya
forma anatómica me llamó poderosamente la atención, las culatas modernas ya tenían su engendro en ellos. Luego pude dedicar
mi atención a las armas largas y cortas de rueda, observando los delicados, artesanales y artísticos mecanismos que nunca
había podido ver directamente, excepto en las enciclopedias. Lo que parecía increíble, era que algunas del Siglo XVI poseían
estrías y una de ellas, hasta ¡un alza óptica! Es así que siendo la mayoría de las veces de origen alemán o austriaco, se
exhibían arcabuces, mosquetes con su pica o pértiga de apoyo, carabinas revólveres de chispa y armas de varios siglos atrás
donde se ponía en evidencia el desarrollo y evolución a través del tiempo. Este solo aspecto da para una investigación profunda,
porque resultaba evidente que muchos conceptos supuestamente modernos, ya tenían antecedentes varios siglos atrás.
Me sentía fascinado
y lamentando que muchos amigos expertos y verdaderos conocedores no estuviesen allí conmigo, para disfrutar juntos y a la
vez aprender de ellos. Estaba viviendo algo así como un acto de arqueología museológica en materia de armas antiguas. Afortunadamente
había poco público y me desplazaba lenta y metódicamente, creo que sonriendo, disparando mi cámara a diestra y siniestra,
cuando un grito de asombro de Susana, mi mujer, me llamó a la realidad. Entonces vi algo que me dejó muy sorprendido. Cuando
reaccioné, comencé a fotografiar lo que estaba viendo, luego dudé unos instantes y salí disparado (tratando de mantener cierta
compostura, como suponía se debía hacer en un museo de Viena) y volví a los pocos minutos con un rollo de 36 exposiciones
de 1000 DIN. Temía que sin flash no saliese fotografiado lo que tenía ante mi vista con sólo 800 DIN. De esta manera pude
fotografiar dos espléndidos revólveres a rueda. No solamente los fotografiaba, sino que extrayendo un grabador, comencé a
relatar y describir lo que veía, mientras Susana tomaba nota del alemán, de los detalles de la pieza. Este revuelo llamó la
atención de la seguridad, que comenzó a rodearnos silenciosa y discretamente, pero sin actuar. Sólo se trataba de un par de
fanáticos...
UN REVOLVER DEL 1600
Bajo el número de catálogo A1149 y la inscripción “Ratschloss
trommel revolver, Deutsch, 1600”, se hallaba un hermoso y completo revólver a rueda, con un pomo de madera con incrustaciones
de oro, con chimaza y tambor con seis recámaras de calibre aproximado de 12 mm. Al lado y registrado con el número A1145 y
con la leyenda “Ratschloss trommel revolver Kaiser Mathias 1557-1619? Deutsch, 1610”, se exhibía otro hermoso
revólver con sistema de ignición de rueda. El pomo con forma de cebolla de 7 cm. de diámetro, poseía ricas y artesanales incrustaciones
de marfil. El disparador con arco guardamonte era similar en su forma al de la Parabellum. El tambor giratorio de hierro,
de unos 7 cm. de diámetro por 8 de largo, estaba ricamente adornado en oro y poseía los clásicos seis alvéolos de un calibre
no especificado, pero que podría ser similar al .38. Ambos cañones, largos y delgados tenían unos 50 cm. Un muelle fijado
en el cañón, actuaba sobre unas incisiones del tambor, permitiendo alinear la recámara con el cañón. Naturalmente, esto se
hacía a mano.
El único antecedente que conocía de un revólver a rueda de
esa antigüedad, era el existente en el Bayerisches Armeemuseum, inventario A7382 de Alemania, que no poseía tambor, sino tres
caños soldados entre sí, datado en el 1580.
Resulta evidente que el concepto de lo que hoy conocemos como
revólver, ya existía en el siglo XVI. Se atribuye a Luis XIII de Francia, que reinó entre 1610 y 1643, la propiedad de un
arcabuz revólver a mecha, pieza que se encuentra en el Musée de la Armée de Paris. Estas visitas, tan ricas en descubrimientos
en materia de mecanismos, también permitieron comprobar la existencia de estrías en las armas tan temprano como el Siglo XV,
pero esa es otra historia. Este descubrimiento fue lo más preciado que pude traer de Viena, aunque por supuesto también fui
al museo de la música, pero después... Puedo asegurar, que si vuelvo por el este Europeo, iré provisto de varios rollos sensibles
y cámara de video. ¡A ver si la pólvora la inventaron los Checos!
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