EL PRIMER CENSO DE ARMAS DE FUEGO
El año 1810, encontró muy atareado al veterano marino de Trafalgar, Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros,
debido a la preocupante situación política existente en España. Tratando de ocultar el avance francés y velar la verdadera
situación en Europa, el 25 de noviembre, había creado el Juzgado de Vigilancia Política, tendiente a controlar a aquellos
que simpatizaban con Napoleón Bonaparte y a los que proclamaban ideas revolucionarias.
En diciembre, lanza un bando de prevención y advertencia contra estos
últimos y el 4 de enero, ordena la realización de un censo en la ciudad de Buenos Aires, que se hallaba dividida en
aquél entonces en cuarteles. Algo no anduvo bien en medio de la tensa situación política, por lo que el censo se concretó
en sólo tres de los aproximadamente veinte cuarteles existentes.
La población de Buenos Aires, poseía en ese entonces muy pocas armas, ya sea blancas o de fuego, a
pesar de la lucha callejera que se estableció durante las invasiones inglesas, que de alguna manera hizo que los pobladores
accediesen en defensa de su ciudad, a la posesión de mosquetes y pistolas. Luego de la reconquista, prácticamente la totalidad
de las armas de fuego pasaron a las tropas coloniales y muchos de los sables ingleses fueron enterrados en lo que hoy es Quilmes,
al sur de la ciudad.
Cisneros sabía que las fuerzas militares de la colonia poseían hegemónicamente el poder de las armas.
La revolución francesa contra Luis XVI, había triunfado años antes por el apoyo de las unidades militares francesas, por lo
que Cisneros se preocupó mucho por mantener desarmada a la población criolla, con la esperanza de contar con el apoyo de los
jefes de las unidades militares de la colonia.
La llegada de dos naves inglesas con noticias de la verdadera situación en España, que tanto había
tratado de ocultar, precipitó la rebelión, que comienza a tomar forma el 15 de mayo, día en que se intima a Cisneros, que
informe de una vez a la población, la situación política existente en España. Esta noticia provocó los conocidos episodios
de mayo, que culminaron con la renuncia del Virrey el día 25.
La desorientada Junta de Gobierno, sabiendo que existían diversas tendencias y posturas, ordenó el
7 de agosto, un nuevo censo poblacional de la ciudad en casi todos los cuarteles, pero esta vez agregando el rubro “armas”.
La orden fue dirigida a todos los jefes de cuarteles en los siguientes términos:
“Excelentísimo señor:
Reservo a VE en obedecimiento de la sup. orden del 7 del presente, con instrucciones que la acompañan,
el padrón del cuartel y el estado que resume la clase y número de habitantes, que comprende con demostración a las armas presentadas
por ellos, al tiempo de V. exc, esta pequeña demonstración, contribuye a la más pronta execución a sus superiores.
Dios guarde a Ud.
Buenos Aires 22 de agosto de 1810
Juan Escola”.
Resulta particularmente interesante el criterio puesto en práctica para la realización de este censo.
Se discriminaba separadamente a los europeos, americanos, mujeres, niños, niñas, esclavos, esclavas y extranjeros. En otros
casos, figuraban paraguayos, uruguayos, pardos, morenos, indios, libres y esclavos. De esta manera, obtener el resultado final,
resultaba una tarea casi imposible, por la falta de unidad de criterio.
Para la contabilización de las armas, sucedía algo parecido, empleando términos muy genéricos, como
en el siguiente ejemplo:
“Resultan según pareze del estado anterior, dos mil ciento treinta y ocho habitantes y noventa
y cuatro armas en el cuartel Nº 13 de mi cargo.
Buenos Aires de 1810.
Miguel Gómez”
Según también parece, Miguel Gómez, se olvidaba de poner la fecha, tal como sucede actualmente en muchos
documentos oficiales y privados. El censo se hacía vivienda por vivienda, como surge de este ejemplo:
“Calle de la Victoria
Dn. Igno. Rezabal, comerciante, Guipúzcoa, 1 Carabina,1 Pistola,1 sable,3 espadines,1 cuchillo montés”
El vazco Rezábal, estaba bastante armado según lo demuestra este censo. En el cuartel 15, fue censado
un convento de monjas con el siguiente resultado:
“Convento de madres capuchinas,34 monjas,2 sacerdotes,6 esclavos negros,2 sirvientes libres,1
trabuco,1 sable,1 carabina,1 pistola.
Benjamín Alfaro”
Alfaro olvida sumar el total de los habitantes de su cuartel. Resulta curiosa la presencia de armas
blancas y de fuego en un convento.
Finalmente veamos los resultados del cuartel 1:
“39 Europeos,132 Americanos,210 Mujeres,101 Niños,69 Niñas,6 esclavos,19 esclavas, 9 otros infantes,1
otras infantes,Total 978.
4 sables,2 carabinas,1 pistola,Total 7
Setiembre 24 1810
Luis Modesto Arroyo”
No existe un resumen que indique el total general poblacional, ni de las armas declaradas por sus tenedores.
Pero las proporciones de habitantes por arma que surgen de las detalladas, son similares en todos los cuarteles de la ciudad.
Esto demuestra que los españoles se cuidaron mucho de tener que controlar a una población en estado
deliberativo y armada. Este censo, de sentido estrictamente político, incluyó por cuartel, la lista nominal de los españoles
que por sus ideas contrarias a la revolución debían ser trasladados a la ciudad de Córdoba, sacándolos de esta manera del
escenario político.
Las armas censadas no fueron incautadas por la Primera Junta, y poco a poco, debido a la expedición al Paraguay, las luchas en la frontera con la actual Bolivia,
la creación del Ejército de los Andes, a lo que se sumaron las luchas internas, guerras fronterizas y la defensa contra la
embestida de los indios, la población fue accediendo a las armas de fuego.
Años más tarde, con la llegada de las fuertes corrientes inmigratorias europeas, las armas de fuego
en manos particulares, se hicieron una constante democrática, que se mantiene hasta nuestros días.
Cuando un gobierno se aleja de la democracia, o prevé una revuelta popular, lo primero que hace, es
desarmar a la población. El argumento principal, es “contribuir con la seguridad”.
Fuente:
Análisis de documentos existentes en el Archivo General de la Nación, por el autor.