Había una vez, un capataz de una
obra en construcción, que indicó a cuatro de sus hombres que hiciesen un pozo en determinados lugares del terreno, de un metro,
por un metro, por un metro. Cuando por la tarde terminaron, les ordenó taparlos. Al día siguiente, les volvió a indicar que
hiciesen otros cuatro pozos en diversos lugares. Por la tarde, también les indicó que los tapasen. Esta vez, los obreros murmuraron
entre sí. Al otro día, cuando el capataz les ordenó que hicieran pozos en determinados lugares, hubo una rebelión. El capataz
había omitido decirles que estaban buscando un caño maestro.
Esto sucede diariamente en todas las actividades
humanas. En el caso de los obreros, se denomina “falta de incentivos” y en el del capataz, “falta de capacidad
de liderazgo”.
Un antiguo relato, cuenta una
historia de significado similar, acerca de unos artesanos que se encontraban tallando unas piedras. El obispo del lugar recorría
las obras y le preguntó al primero de los artesanos, qué estaba haciendo. El hombre
repuso que estaba tallando una piedra. El segundo, a la misma pregunta, le dijo que estaba ganando el pan para él y
su familia. Pero el tercero, le respondió que estaba construyendo una catedral.
En materia educativa, resulta
necesario conocer la finalidad del estudio o tratamiento de los diversos temas que se presentan, de manera de asimilarlos
dentro de un contexto que justifique e incentive plenamente su estudio. Lo contrario se denomina: conocimiento enciclopedista.
Cuando leemos acerca de determinados
hechos históricos, en general resulta difícil introducirlos dentro de un contexto general, porque la enseñanza enciclopedista
contribuye bastante con este aspecto. Nuestro mundo y su historia se parcializa de tal manera, que la concepción general se
pierde completamente.
Esto sucede precisamente, al tratar
la historia de las armas de fuego.
Gengis Khan, que falleció a principios
del siglo 13 durante un accidente de caza, formó el imperio más grande de la historia, tres veces más importante que el de
Alejandro, asegurando el comercio entre oriente y las puertas de Europa del este. Los caminos seguros de Gengis Khan, permitieron
a Marco Polo hacer sus viajes, facilitando el traspaso de cultura y tecnología entre oriente y occidente. Pagando lo que hoy
llamaríamos peajes si eran viajeros, o tributos si se trataban de habitantes, los imperios se sostuvieron, crecieron y progresaron
hasta su caída.
LA POLVORA
Es sabido que la pólvora ya existía
en el siglo 13, época de Marco Polo, de Gengis Khan, y de culminación de las ocho cruzadas, aunque nada se sabía de las armas
de fuego, que recién aparecieron a principios del siglo 14. América era una desconocida, a pesar de haber sido visitada por
aventurados navegantes vikingos, cuyos asentamientos en las costas de lo que hoy es Canadá, han sido arqueológicamente comprobados.
Colón ni siquiera había nacido y por lo tanto muchos productos que sus exploraciones descubrieron, no se conocían en Europa,
tales como el maní, banana, tomate, cacao, azúcar, papa, maíz, tabaco, etc.
Los libros, tal como hoy los conocemos,
tampoco existían, porque no había sido inventada la imprenta, por lo tanto el conocimiento escrito manualmente, estaba reservado
para los conventos, los poderosos y algunos ricos. En esa época comenzó a extenderse la inquisición católica, que limitaba
la investigación y cierto tipo de teorías de avanzada. Eso hace que se afirme el concepto que la pólvora fue traída de oriente,
a pesar de que el monje inglés Roger Bacon, a mediados del siglo 13, ya había descripto sus efectos. Bacon también inventó
la “linterna mágica”, los anteojos y los rudimentos del teatro. La brújula ya era conocida y recién había sido
inventado el reloj mecánico en el este de Alemania.
La abadía de Westminster, acababa
de ser edificada y la torre de Pisa lucía flamante y vertical. Guillermo Tell hacía de las suyas en Suiza, mientras aparecían
los primeros mazos de cartas. El arco para los pobres y las ballestas para los ejércitos eran las armas livianas de la época,
objetos de gran precisión y baratos. Las flechas alcanzaban distancias cercanas a los 350 metros. Por ese motivo, las armaduras
eran de uso corriente, como una forma eficaz de protegerse de ellas. Los reyes y miembros de la corte, poseían armaduras completas,
a veces ricamente adornadas. A medida que disminuía la jerarquía, se hacían más incompletas, hasta llegar al guerrero mercenario,
que sólo poseía escudo, casco, alguna cota de malla y a veces protección para sus piernas y hombros. Sus armas podían ser
el arco, la ballesta, espada, lanza o pica y las mazas en sus diversas formas.
Los mercenarios, en sus luchas
de conquista, participaban del botín de guerra, pero para la defensa, las ciudades se encontraban amuralladas, para evitar
ser conquistadas por los imperios vecinos, los conquistadores o los aventureros bárbaros del norte y noroeste de Europa. La
guerra típica de ese entonces consistía en el sitio de las ciudades, que solían durar varios meses. Era necesario franquear
sus murallas defensivas pasando sobre ellas, o entrando por túneles u obligando a sus defensores a la rendición, por falta
de agua y alimentos, enfermedades, o incendios.
Mientras tanto, durante el siglo
14, el norte de Europa era castigado por una etapa de glaciación. Esto motivó que decenas de miles de personas comenzasen
una migración hacia el sur, en búsqueda de zonas más cálidas. Su inesperada presencia, contribuyó con la hambruna que ya estaba
azotando Europa.
Mientras tanto, los viajeros provenientes
de oriente, trajeron sin saberlo una nueva calamidad; ratas con parásitos contaminados, que se multiplicaron en sus congéneres
locales. Esto hizo que la peste negra, en realidad la peste bubónica, se generalizara en Europa, falleciendo uno de cada dos
habitantes en las zonas contaminadas.
Fue en ese dramático entorno,
que surgieron las armas de fuego.
LAS PRIMERAS ARMAS DE FUEGO
Lo primero que apareció fue la
artillería, en la forma de culebrinas, armas de pequeño calibre, fijadas a piezas de madera por medio de cuerdas, que se transportaban
por arrastre. Luego los falconetes, también de pequeño calibre, normalmente transportados sobre una cureña con grandes ruedas.
La pólvora resultaba ser muy cara,
porque uno de sus componentes: el salitre, era oneroso. No obstante era necesario tener un buen acopio de pólvora, depósito
que resultaba peligroso y donde la humedad ambiente la podía perjudicar de tal manera, que solía impedir su encendido.
Por ese entonces, las grandes
catedrales e iglesias, lucían campanas fundidas en bronce, de hermoso y original diseño. En consecuencia, como la fabricación
de cañones en hierro resultaba muy compleja, se emplearon a los experimentados artesanos fabricantes de campanas, para que
utilizando las mismas técnicas, construyan piezas de artillería en bronce.
La aparición de la artillería
no entusiasmó a los ejércitos. Aún resultaban más prácticas las armas tradicionales, tales como la catapulta, cuyos efectos
y balística eran bastante conocidos. La lentitud de la carga, e imprecisión de los primeros cañones de mano y arcabuces, les
resultaba exasperante, razón por la cual, fueron utilizados junto con las armas tradicionales.
Muchos de los primeros cañones disparaban grandes flechas de hierro, concepto ancestral que costaba modificar. El antecedente
más antiguo de su empleo parece ser durante el sitio de Gibraltar, en el año 1308, por el caballero francés Puy Guillaume.
Hubo un descubrimiento importante
para el empleo de la artillería: su enorme potencia. Pronto se descubrió que podían lanzar con gran fuerza gigantescos proyectiles
esféricos de hasta unos 600 kg. de peso, a 300, 400 y 500 metros de distancia. Esta característica despertó inmediatamente
el ingenio de los sitiadores. El cañón podía destruir un sector escogido de las murallas, produciendo su penetración más fácil,
más segura y más rápidamente que antes. De esta manera, lo que anteriormente tardaba muchos meses, ahora se lograba en poco
tiempo. En consecuencia, todos los ejércitos comenzaron a tener cañones de sitio.
Este hecho militar, puso fin a
la necesidad de amurallar las ciudades, la lucha se trasladó a campo abierto. Pero en el choque entre dos ejércitos, todavía
quedaba otro tipo de muralla: las armaduras.
LAS PRIMERAS ARMAS DE MANO
Los ingleses habían inventado
una enorme ballesta, que disparaba una gran flecha con punta de hierro que podía perforar las armaduras. En realidad, su empleo
resultaba poco práctico, porque el peso de la ballesta era lo suficientemente grande, como para ser transportada fácilmente
al campo de combate.
El primer antecedente conocido
de un arma de fuego portátil, es decir aquella que pueda ser transportada por un solo hombre, fue la Bombardilla de Loshült,
del año 1350. Se trataba de un cañón de bronce en miniatura, hecho por los suecos, que pesaba casi 10 Kg tenía 31 cm de largo
y un calibre de 31 mm. Parecía existir cierta pretendida relación entre el largo del arma y su calibre, cuyo principal defecto,
consistía en la forma en que debía ser contenido su retroceso, que seguramente debería ser importante.
Recién a fines del siglo 14, aparecieron
los cañones de mano, cuyo primer ejemplar conocido, fue el Trueno de mano de Mörkö, de origen germánico. Se trataba de una
fundición en bronce de casi un kilo de peso, 21 cm de largo y de 21 mm de calibre, denominada genéricamente “hackenbüsche”
o arma con gancho. Ese gancho podía ser apoyado contra un muro y contener el retroceso del arma. En esa época, los cañones
eran disparados mediante el fuego de una antorcha, hierro al rojo o más tarde mediante una corta mecha nitrada, que era encendida
por medio de una cerilla. La voz de “fuego” para disparar, era la forma que tenían los jefes, para indicar que
se inicie el quemado de la pólvora colocada en las armas de avancarga. Esa voz se sigue usando en la actualidad después de
700 años, y a veces es mal empleada en las películas de época, cuando erróneamente los actores ordenan “fuego”
a un grupo de arqueros.
Iniciado el siglo 15, los cañones
de mano se transformaron en “arcabuces”. Su nombre proviene de la deformación del alemán hackenbüsche, que resultó
en francés arquebus, en inglés hackbuck, en italiano arquibugio y en español
arcabuz. Nadie se preocupaba por denominar con precisión a las armas, porque recordemos que no existía la imprenta, el papel
era escaso y las versiones eran para cada región o idioma, más o menos como fonéticamente se interpretaba.
Por este motivo, en España, durante
los siguientes siglos, las armas largas fueron denominadas en forma indiscriminada e indistinta como: arcabuz, sacabuche,
escopeta o espingarda.
El pesado arcabuz a mecha, una
forma difícil de encendido, que a veces impedía establecer una adecuada puntería, tenía la ventaja de poseer una culata, que
permitía al tirador apoyarla sobre el hombro o pecho, según los modelos. Ya no se necesitaba el gancho de los cañones de mano,
pero los primeros arcabuces, poseían una pértiga para apoyarla al tener que disparar. Esta pértiga fue el ancestro de los
bípodes actuales.
Si bien en los ejércitos existían
los arcabuces, éstos fueron cuestionados durante muchos años. La discusión estaba basada en la lenta velocidad de fuego, su
imprecisión, la falta de conocimientos balísticos de la época, en lo costoso de la pólvora, su fabricación y los estragos
de la humedad..
Mientras la artillería seguía
derribando muros, en campo abierto era utilizada sin conocerse exactamente su balística. Uno de los secretos del más ponderado
guerrero moderno: Napoleón, que era artillero, consistía en que tenía una gran facilidad para las matemáticas. De esta manera,
mediante breves cálculos balísticos mentales, hacía entrar en posición a la artillería, con gran acierto y lucidez, obteniendo
una gran ventaja táctica respecto de su oponente. Los ejércitos de Napoleón, poseían armas neumáticas, de gran poder y precisión,
que también eran utilizadas para caza mayor desde varios siglos atrás.
Hasta el siglo 18 y parte del
19, los cañones eran disparados contra la infantería, como una bola de bowling lo hace con los palos. Por lo tanto, tenían que hacerlo casi rasante, lanzando la bala a una altura tal, que hiciese que ésta
vaya rebotando en el piso, arrasando con todo lo que tocaba.
CONSECUENCIAS TACTICAS DE LAS
ARMAS DE FUEGO
El uso de armaduras en combate
donde se empleaban armas de fuego, era contraproducente. Un impacto de bala con perforación previa de la armadura, producía
heridas mucho más importantes que sin ella. Esto las hizo desaparecer definitivamente.
La mejora en las pólvoras, el
abaratamiento de las armas de fuego, que dejaron de ser artesanales y el incremento de la precisión y distancia, motivó que
presenten una gran ventaja respecto de las catapultas, arcos y ballestas, que fueron desapareciendo, después de reinar en
los campos de batalla durante milenios.
Las formaciones de la infantería
fueron cambiando y junto con las flechas, también desaparecieron las lanzas, picas, escudos, etc.
Las ciudades ya no estaban seguras
con sus murallas, esta vez el combate debía hacerse en campo abierto. Las murallas habían quedado para la historia.
Los cañones, pistolas y mosquetes
se emplearon en los barcos. Esto permitió la conquista y a veces depredación de América, el interior de Africa, India, China,
Japón y Oceanía.
La vertiginosa evolución de las
armas de fuego ocurrida en el siglo 19, en particular con el advenimiento de la retrocarga y la aparición de los proyectiles
de artillería explosivos, en especial el Shrapnell, que lanzaba metralla sobre la infantería, modificaron la formación y tácticas
de los ejércitos en combate.
El siglo 20, vio aplicar armas
de fuego en vehículos blindados y aeronaves. El principio de retropropulsión que habían empleado los chinos en la batalla
de Kuang Feng en el año 1236, con sus cañitas voladoras en forma de flechas, había evolucionado mucho. Aparecieron los cohetes
alemanes V-1 y V-2, promotores de la conquista de la luna, los misiles crucero y la salida del hombre y sus artefactos al espacio extraterrestre.
Desde aquel entonces, el mundo
ya no volvería a ser como antes.