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PREDADORES

Y los padres no intervienen

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Relato de un vecino

Un amigo nuestro, es propietario de una quinta ubicada en una zona bien alejada de la ciudad, famosa por la abundancia de sus árboles. Ya retirado de la actividad, se dedicaba a mantener el lugar, cortando el pasto, cultivando las plantas, persiguiendo las hormigas y observando la naturaleza.

Un día cayó en sus manos una revista norteamericana, donde pudo observar que en ese país es común construir pequeñas y hermosas casas para aves, asegurándoles a los futuros habitantes el sustento, mediante la instalación de alimentadores de granos ubicados en lugares estratégicos. Muy entusiasmado, consiguió un libro que explicaba cómo construir esos habitáculos que poco a poco fue colgando en los lugares preferidos de sus aves. Con el tiempo comenzaron a instalarse en su quinta una gran cantidad de ellas. Convivían zorzales, horneros, torcazas, jilgueros, calandrias, gorriones y muchas otras aves de paso como palomas, teros, picaflores y hasta loros. Con el tiempo las aves fueron tomando confianza y era común verlas muy cerca de nuestro vecino picoteando el alimento y paseando mansamente por el jardín.

Una tarde, mientras se encontraba arreglando unas plantas, observó un grupo de adolescentes que caminaban por la calle lindera armados con gomeras, disparando a cuanta ave veían. Cada vez que acertaban a una de ellas, corrían hacia el lugar donde había caído, tomaban de un ala el delicado cuerpo maltrecho y luego la arrojaban entre risas y comentarios al camino, reiniciando su acción depredadora. Otro día nuestro amigo pudo observar a un hombre de unos treinta años, que acompañado por un niño, se dedicaba a dispararle a las aves con un rifle de aire.

 

Una cuestión de formación

En nuestro país, la naturaleza es generosa. Abundan los animales de todo tipo, muchos de ellos hermosas piezas de caza y donde existen normas, leyes, protecciones a determinados tipos en peligro de extinción, temporadas, sectores y cotos para hacerlo. Pero como siempre sucede, hay quienes cumplen la ley, quienes son indiferentes a ella y muchos que voluntariamente no la cumplen.

La educación escolar, desempeña un rol muy importante en la formación de los jóvenes. Tenemos maestras y profesores de muy buen nivel, pero en ciertas áreas de nuestra cultura, más por desconocimiento, que por otras causas, la enseñanza del respeto a los animales no existe o es insuficiente. Es necesario transmitirles desde muy tierna edad, el cariño y los buenos sentimientos hacia todos los animales, desbloqueando la separación existente entre esos seres y los humanos. La sola visualización de un ave empollando, dando de comer a sus pichones, cortejando a su pareja, buscando su alimento, construyendo sus nidos, despierta un sentimiento perdurable de respeto en las mentes de los niños. Ese sentimiento, adquirido tempranamente, bloqueará cualquier acción posterior de agresión con gomeras a las aves y pequeños animales.

Los grupos de observadores de pájaros, conocen mucho de esto y podrían ser excelentes auxiliares de los docentes, mediante charlas explicativas, que seguramente inclinarán los sentimientos aún no formados de los niños, en la dirección correcta.

 

La acción paterna y oficial

Son escasos los padres que educan a sus hijos en el respeto a la naturaleza. Seguramente se debe al hecho de que ellos mismos no han sido correctamente formados. Parecería que el instinto ancestral del cazador nos domina y en consecuencia pasaría a ser un hecho natural andar por ahí matando animales, donde la acción docente del Estado en este sentido es prácticamente inexistente, limitándose a exigir el cumplimiento de la ley.

El ser humano reacciona ante un hecho inesperado atacando, huyendo o congelándose. Decimos ante un hecho “inesperado”. Pero si se lo conoce la reacción será distinta. Un niño norteamericano, ante una araña, posiblemente la mire con curiosidad, quizás juegue con ella y casi siempre respetará su vida. Un niño de nuestra sociedad, normalmente tenderá a matarla entre gritos. Eso es producto del desconocimiento.

Así como la televisión muestra y subliminalmente enseña a nuestros hijos que los homicidios pasionales, vengativos, en duelo, en serie, en la guerra o en cualquiera de sus formas son un hecho natural, también existen series que abarcan la temática de los animales educativamente. La frase “salvemos al planeta” es dolorosamente cierta. El mundo en que vivimos, se ha degradado en los últimos cien años, mucho más que en el resto de su historia. Cada uno de nosotros se encuentra en posibilidad de corregir  las causas que enferman a nuestro planeta, nuestro país, nuestro barrio y hasta nuestra casa. Algo para meditar y corregir, tomando nuestra propia acción.

Buenos Aires 2000 por Jorge Sáenz